Romance de Chindasvinto
Nesta entrada podedes ler o Romance de Chindasvinto (e Policarpo) que os alumnos de 1º Bacharelato A representaron os días 17 e 18 de decembro para conmemorar o Dereito Humano á Educación. Non será ata despois das vacacións de Navidade cando colgaremos no blog as fotos e vídeos da actuación, pois faltan materiais gráficos. Así que a agardar toca.
Dramatis personae:
- Chindasvinto: Esteban Pérez
- Gumersinda: Laura da Costa
- Cojoncio: Samuel Cordero
- Bancaputo: Blas Abalde
- Robustiano: Pedro de la Torre
- Juglaresa: Sara González
- Autora do texto: Olalla Aldazábal
Dramatis personae:
- Chindasvinto: Esteban Pérez
- Gumersinda: Laura da Costa
- Cojoncio: Samuel Cordero
- Bancaputo: Blas Abalde
- Robustiano: Pedro de la Torre
- Juglaresa: Sara González
- Autora do texto: Olalla Aldazábal
Contaré
la triste historia
que
ha muchos años hubo
a
veinte pasos de Vigo
y
otros tantos de Coruxo.
En
la ciudad olívica,
en
un caserón oscuro,
vivía
un joven hidalgo,
fornido,
apuesto y robusto,
con
bonitos ojos verdes
y
bien torneado busto.
Chindasvinto
era su nombre,
pariente
de Sisebuto,
no
había en toda la villa,
mozo
más fino y agudo.
El
abuelo, don Cojoncio,
era
honrado pero inculto,
nada
sabía de letras,
poco
sabía de números.
Cojoncio
tenía dineros,
años
ahorrando estuvo
para
así comprar las tierras
que
sembró durante lustros.
Negocia
luego la venta
con
el conde Bancaputo:
-
Pon tu nombre aquí debajo
y
estos campos serán tuyos.
Feliz
vuelve don Cojoncio
a
los campos, que son suyos,
y
le enseña a Robustiano,
abogado
en letras ducho,
los
papeles del negocio.
-
¿Serás idiota y palurdo?
Que
ese conde es un infame
y
te ha dado bien por...
Nada
más que tres guisantes
le
compraste a Bancaputo.
Cojoncio
sufre un infarto,
cae
al suelo del disgusto,
no
respira, no responde,
sin
sus tierras, sin un duro,
muere
pobre y estafado.
Sólo
deja en este mundo
a
la joven Gumersinda,
hembra
de pechos rotundos,
mujer
de un fijodalgo que
responde
al nombre de Edmundo.
Su
esposo muere en la guerra
(Dios
es a veces muy duro)
Gumersinda
y Chindasvinto,
su
vástago testarudo,
quedan
solos al cuidado
de
aquel caserón oscuro.
Pasados
algunos años,
Chindasvinto
es casi adulto,
y
pedía y suplicaba
y
maldecía entre insultos:
-
¡No quiero ser campesino!
¡Quiero
ser un hombre culto!
Gumersinda
que quería
dar
a Chindasvinto un futuro
fue
al castillo del conde
para
hablar con Bancaputo:
-
A mi padre, don Cojoncio,
le
robasteis sus escudos.
Los
reclamo como míos,
que,
a la postre, no son muchos,
pues
mi hijo Chindasvino
quiere
ir al instituto.
-
No daré tales dineros.
Legalmente
no hubo hurto.
Soy
generoso en extremo,
y
os prestaré los escudos,
si
devolvéis la cantidad
con
intereses al duplo.
-
Sois ladrón, ruin y canalla,
"noble
conde" Bancaputo,
|
os
denunciaré ante el rey
por
todos vuestros abusos.
-
Rey y leyes me protegen,
por
ser noble y linajudo.
Sabéis
bien que no hay derechos
para
vos, por ser del vulgo.
Vuelve
la madre a su casa
con
los bolsillos desnudos;
vendió
el caballo y el cerdo
y
las gallinas y el burro,
porque
adoraba a su vástago,
aunque
fuera testarudo.
-
No llores más, Chindasvinto,
yo
te pago los estudios,
partirás
a Pontevedra
y
serás un hombre culto.
Se
va entonces Chindasvinto
para
ser en letras ducho,
y
deja a su madre sola
en
el caserón oscuro.
Sin
gallinas, sin caballo,
sin
el cerdo y sin el burro,
hambre
pasa Gumersinda,
pues
no suele comer mucho.
Gumersinda
tiene ahora
secas
carnes, rostro enjuto,
y
dos ciruelas pasas,
antaño
pechos rotundos.
¡Ved
sus manos descarnadas,
su
sonrisa de escorbuto!.
Indignada,
mira al cielo,
buscando
al Dios injusto
que
a los pobres da miserias
y
a los ricos, sólo lujos.
Gumersinda
no lo encuentra.
Alza el brazo, cierra el puño,
Grita
entonces con voz fuerte:
¡Viva
o Ensino Público!
Por
ser yo el más anciano,
más
canoso y memoriudo,
daré
fin a este romance
en
tan solo unos minutos
(si
me dais vuestra licencia
y
a vosotros no os aburro).
Era
el joven Policarpo
vigués,
de Marín oriundo,
un
muchacho sin fortuna
que
formarse nunca pudo.
Partió
a un lugar lejano,
tierra
del ron y del puro.
Allí
encontró trabajo,
allí
se labró un futuro.
Mas
como Policarpo era
hombre
inquieto en grado sumo
se
marchó a Nueva York
después
de hacer el macuto.
Allí
se casó con Irene,
fémina
de gran peculio.
Vivieron
bien desde entonces
y
viajaron por el mundo.
De
su infancia Policarpo
jamás
olvidarse pudo.
-
¡Vive Dios que los vigueses
podrán
tener sus estudios!
Por
eso lega a su muerte
sus
pesetas y sus duros
al
concello de esta villa
para
hacer un instituto.
Así
nace el Santa Irene,
un
legado y un tributo,
al
derecho educativo
al
que hoy rendimos culto.
Abucheos
merecemos
si
el romance ha sido insulso
mas
pedimos un aplauso
si
esto fue de vuestro gusto.
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